Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de febrero, 2010

libro cerrado

No sé si ha llegado el momento, pero creo que sí, la duda me detiene porque es difícil separarse de aquello que antes día tras día hacía, sin descanso. Creo que he amado a la letra escrita con arte tanto como a las personas importantes en mi vida, como a mi misma en la plenitud de mi propio absoluto. Entonces sucede que vengo y me doy el tortazo mayúsculo porque me doy cuenta que no sirvo para nada. Ningún libro que lea, de los tantos que he leído ya, me ayudará a encontrar un medio de subsistencia. Sé que no es nuevo este descubrimiento, pero que sea nuevo para mí lo hace suficientemente importante como para cortarme en pedazos. En este momento viene a mi mente un recuerdo que data de más de 12 años, tiempo suficiente para que hayan muerto muchas cosas de mí, en el cual yo a pesar de no saber lo que quería hacer sabía a quien podía amar. Entre esas cosas amadas estaban los libros y las historias que me transportaban de manera tan magnífica a cualquier lugar. Sabía en aquel tiempo que

y

Repito miles de veces la palabra congoja, como si de ella misma fuera a emanar la respuesta a los problemas que se afrontan en el mundo. Si en Haití hay congoja, también la hay en Ucrania y en China y en Estados Unidos. He salido estos días a caminar por Madrid (aun sin poder conseguir con qué sobrevivir) y veo en las caras de muchos jóvenes congoja. No es la misma que afecta a mi gente de allá que más que congoja los aqueja la desesperanza, tampoco es la de los italianos y su congoja presidencial. No quiero seguir arrugando la falda, porque en realidad la congoja me parece una palabra arrugada, trasnochada y fútil. EL efecto terapéutico de la muerte es magnánimo. Creo que debería ser más utilizado en las reuniones de grupo.