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Mostrando las entradas de abril, 2008

continúa "la ventana" Ya casi es un policial

Escuché un sonido, unas voces diáfanas, cristalinas. Una mujer y hombre, evidentemente. Rieron. Yo supe con toda seguridad que eran ellos. Escuché mi nombre. A pesar de aquél miedo, me sentía hermosa en sus voces. Sabía que eran ellos, pero no importaba ya qué quisieran hacer de mí. Los sonidos de sus susurros eran celestiales, el sonar de la conversación hacía que todas mis terminaciones nerviosas se dispararan como cohetes artificiales. Estaba complacida. Me dormí plácidamente sin importar nada. A la mañana siguiente al salir al trabajo observé un sobre de papel artesanal que habían deslizado por la rendija de mi puerta. Lo tomé y busqué inmediatamente el remitente, no tenía. Lo abrí con avidez, presentía que tenía que ver con ellos. No había ninguna carta, ninguna hoja de papel, tan sólo dos fotografías tipo carnet de dos niños pequeños. Aquello me pareció muy extraño. Eran dos niños muy hermosos. Tan hermosos como ángeles. Me quedé mirando las fotos por un largo rato. Eran ellos.

Aquí estoy

En estos momentos, en todos los canales de televisión el ilustrísimo presidente Chávez, impone una perorata extensa, dicharachera, y me digo; Chávez ¿A quién engañas? ¿Crees que esos montones de rojos rojitos, que te celebran todas las "gracias" están allí por nada o por los billetitos que les pasas? ¿Crees que no sabemos, nosotros, aquellos que no se benefician con el petróleo a 120 $ (La mayoría del país), que has sido un incompetente? ¿Crees que no nos da rabia sentir miedo todo el tiempo, limitar nuestra vida, perder nuestra libertad porque el hampa está desbordada y no hay ley? No hay ley, no hay ley y ese esa la desgracia más grande. Ah, la otra es la siguiente ¡ Tú no te ocupas de que la haya!

Tercera entrega del cuento de la ventana

En la noche, ya muy tarde, advertí que alguien tiraba piedras pequeñas contra el cristal de la ventana de mi habitación, que daba hacia la calle. Por supuesto, una angustia muy grande me atravesó el pecho. La frecuencia de los golpes empezó siendo baja, en primera instancia, luego se fue haciendo progresivamente más numerosa, hasta llegar al punto de sostener una lluvia artificial de golpes. No sabía qué hacer. Por un momento pensé en llamar al portero pero dudé de mi cordura. Aquél evento era imposible. Mi edificio tenía una fortaleza prácticamente inquebrantable y yo no imaginaba cómo alguien había podido entrar en medio de la noche en el jardín para tirar piedras a mi ventana. El punto de referencia de la calle era también improbable puesto que mi ventana quedaba a una altura lo suficientemente alta como para impedir una frecuencia de golpes, y puntería, tan numerosa. Por tanto, incapacitada para hacer nada, me metí dentro de mi densa cobija y traté de lograr dos empresas verdadera

Continua "LA VENTANA" y sigue...

No quise decirme absolutamente nada luego de la visita, sencillamente me puse muy nerviosa. Fui hasta la cocina, tomé un vaso de agua fría y luego en el sofá traté de calmarme. Una vez relajada tomé el teléfono y llamé a Jonás, un buen y fiel amigo. Traté de comentarle la experiencia pero no sabía cómo explicarle las particulares características de los dos seres sin que él me tildara de idiota. Finalmente, omitiendo alguno que otro detalle, le solté la situación, advirtiendo que su reacción era de extrañeza y preocupación. Me dijo que debía decirle, de manera confidencial, cuánto dinero poseía. Yo no quería confesarle nada, puesto que aunque Jonás era un entrañable y fiel amigo, en aquellos momentos no confiaba en nadie. Sólo respondí a modo de broma que era la cantidad suficiente para atraer a presentables secuestradores. Rió nerviosamente y luego quiso que le confesara ciertas cosas de mi vida personal. Yo, como persona introvertida, solitaria y reservada, pocas veces tenía la dispos

La ventana (titulo tentativo de un cuento que no sé si voy a terminar)

Me mantengo unida a la ventana, no sé por qué razón pero cada cierto tiempo tengo que asomarme por ella. La sensación de sosiego me conmueve y a la vez me aterra. Creo que en cierta medida he desarrollado una extraña adicción visual, que me hace evadirme por unos instantes para luego hacerme recobrar el sentido de la realidad, sé quién soy pero la ventana me absorbe sin motivo. Hace un tiempo compré el periódico: noticias de terribles catástrofes, asesinatos, problemas sociales; me vi sola sin poder comentar aquellos sucesos impresos con nadie. No tenía razones en esos momentos para entristecerme, todo marchaba extrañamente bien. La temporada se estaba mostrando magnífica para el negocio, y yo era la máxima empleada, la dueña. Mi vida se hacía tranquila y eso para mí era algo extraordinario; los ajetreos y la socialización excesiva la verdad es que me irritaban. No era amiga de las temporadas “felices” en las que había que compartir todo el día, todos los días con la gente. Siempre