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Mostrando las entradas de septiembre, 2012

La pecera

Siempre me he interesado por la vida de los viejos, los últimos acólitos de la vieja humanidad. Sus surcos profundos, sus manos melladas, sus ojos vidriosos donde confluyen superpuestas las capas de antológicas visiones.  De los viejos que he conocido la mayoría ha muerto y esto ha sucedido tal vez porque yo misma voy envejeciendo y aquellos que eran viejos en los comienzos de mi vida han declinado finalmente, rindiéndose ante el paso de los días, del tiempo. Hace tiempo pensé que sería hermoso regalar a cualquier viejo una pecera con peces que vivieran tanto como ellos ( de 3 a 10 años). Un viejo es como un pez, o un perro, pero supongo que los peces, al ser más silenciosos son mejores compañeros, los viejos están metidos en sus asuntos y su debilidad muchas veces les impide desplegar la enérgica dinámica que requiere un can cualquiera.  Los humanos aún jóvenes miramos a estos seres (peces, perros, viejos) sabiendo secretamente la fragilidad de su vida. Morirán. Morirán como todos,