Este año mi marido tuvo dos embolias pulmonares y una trombosis. Estuvo a punto de morir, igual que yo el año pasado. Cuando lo miraba en esa cama en el hospital, sin poder hablar, con montones de cables, con humor de perros y despontricándome a mí por estar postrado en la unidad de cuidados intesivos de cardiología al lado de muchísimos ancianos de 80 años, me pregunté realmente por qué habíamos tenido tantas crisis. Había gritado durante muchos años por ridiculeses del tipo: no hemos comprado pan, llegamos 5 minutos tarde, nos perdimos la reunión de padres que hablaba de cómo queríamos el Kindergarten del futuro. Allí, en ese hospital, solo podía llorar, pensando en el abismo posible, el abismo era infinito, el dolor era como un cubo de basura de paredes negras sin bolsa, sin fondo, anclado en el justo centro de la tierra. Podía ocurrir, era cierto, pero no sucedió. Ahora está mejor que yo, que me mato en las complicaciones cotidianas de mi trabajo. Mi jefa de pronto se queja po...
Comentarios
Extraña cosa ésta de la vida, verdad? Y del amor ni hablamos, dice otra.
(Te tuve abandonada, a ti y a muchos, a ver si el tiempo me permite volver a disfrutar de tus letras)
Abrazos.
Mire eso que dice el texto vale también para las mujeres, nos empeñamos en “encontrar” la misma persona con distintos peinados, distintas alturas y distintas nacionalidades pero…
Dicen que a los nueve años uno tiene ya marcada a fuego su personalidad, el resto; variaciones sobre el mismo tema.
Te he extrañado y, no lo dije, qué carta la anterior.
Un beso,
OA
un gran abrazo
elisa
Un abrazo.
no sé por qué
es cierto,es una sola, pero tan humana que varía en su mismitud
Saludos...