Este año mi marido tuvo dos embolias pulmonares y una trombosis. Estuvo a punto de morir, igual que yo el año pasado.
Cuando lo miraba en esa cama en el hospital, sin poder hablar, con montones de cables, con humor de perros y despontricándome a mí por estar postrado en la unidad de cuidados intesivos de cardiología al lado de muchísimos ancianos de 80 años, me pregunté realmente por qué habíamos tenido tantas crisis.
Había gritado durante muchos años por ridiculeses del tipo: no hemos comprado pan, llegamos 5 minutos tarde, nos perdimos la reunión de padres que hablaba de cómo queríamos el Kindergarten del futuro.
Allí, en ese hospital, solo podía llorar, pensando en el abismo posible, el abismo era infinito, el dolor era como un cubo de basura de paredes negras sin bolsa, sin fondo, anclado en el justo centro de la tierra. Podía ocurrir, era cierto, pero no sucedió.
Ahora está mejor que yo, que me mato en las complicaciones cotidianas de mi trabajo. Mi jefa de pronto se queja porque no puedo estar en dos sitios a la vez, o porque los niños se portaron mal en mi presencia mía. Porque los dejo expresarse, porque pienso en mi misma cuando era niña. En realidad son niños, no los quiero juzgar.
A veces me siento rebasada por su conducta. Pero no hay nada más. Es mejor hablar con ellos, preguntarles por qué sienten lo que sienten. No sé, es lo que veo lógico.
Nicolas sacó malas notas. Pienso que debe esforzarse más, pero es que después de dos embolias pulmonares y ese profundo cubo de basura ¿qué es realmente un mal examen? ¿Qué significa si lo castigo, si lo hago sentir inferior a sus compañeros que salieron bien? ¿Para qué remarcarle sus defectos?
Hablé con él: Le dije, vamos a practicar más.
Él: hago lo que puedo.
Yo: ¿Cuánto tiempo tienes para hacer un poco más?
Él: No me apetece.
Yo: buscaremos una forma.
Y aquí estoy buscando la forma. La educación es difícil, o fácil, supongo que debe ser divertida, al fin y al cabo...¿Qué significa equivocarme y probar de nuevo ante esas trombosis?
Cuando lo miraba en esa cama en el hospital, sin poder hablar, con montones de cables, con humor de perros y despontricándome a mí por estar postrado en la unidad de cuidados intesivos de cardiología al lado de muchísimos ancianos de 80 años, me pregunté realmente por qué habíamos tenido tantas crisis.
Había gritado durante muchos años por ridiculeses del tipo: no hemos comprado pan, llegamos 5 minutos tarde, nos perdimos la reunión de padres que hablaba de cómo queríamos el Kindergarten del futuro.
Allí, en ese hospital, solo podía llorar, pensando en el abismo posible, el abismo era infinito, el dolor era como un cubo de basura de paredes negras sin bolsa, sin fondo, anclado en el justo centro de la tierra. Podía ocurrir, era cierto, pero no sucedió.
Ahora está mejor que yo, que me mato en las complicaciones cotidianas de mi trabajo. Mi jefa de pronto se queja porque no puedo estar en dos sitios a la vez, o porque los niños se portaron mal en mi presencia mía. Porque los dejo expresarse, porque pienso en mi misma cuando era niña. En realidad son niños, no los quiero juzgar.
A veces me siento rebasada por su conducta. Pero no hay nada más. Es mejor hablar con ellos, preguntarles por qué sienten lo que sienten. No sé, es lo que veo lógico.
Nicolas sacó malas notas. Pienso que debe esforzarse más, pero es que después de dos embolias pulmonares y ese profundo cubo de basura ¿qué es realmente un mal examen? ¿Qué significa si lo castigo, si lo hago sentir inferior a sus compañeros que salieron bien? ¿Para qué remarcarle sus defectos?
Hablé con él: Le dije, vamos a practicar más.
Él: hago lo que puedo.
Yo: ¿Cuánto tiempo tienes para hacer un poco más?
Él: No me apetece.
Yo: buscaremos una forma.
Y aquí estoy buscando la forma. La educación es difícil, o fácil, supongo que debe ser divertida, al fin y al cabo...¿Qué significa equivocarme y probar de nuevo ante esas trombosis?
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