Ahora mismo escucho un audio libro de alemán.
Tengo 24 semanas de embarazo, este es mi segundo hijo.
Hoy es un día lluvioso. Cuando salgo al balcón, lugar que he decorado con plantitas de colores cuyos nombres desconozco, me gusta. La combinación de la lluvia, la tierra y los nuevos y florecidos signos de la primavera me traen un olor que para mi es superior a cualquier perfume.
Tengo 859 días en Alemania. Por supuesto no he estado siempre aquí. Durante estas 122 semanas redondeadas hacia abajo conozco más donde vivo, puedo moverme bien en la ciudad pero no sé con precisión el nombre de las calles. Me gusta el país, el verde y la lluvia, las flores, la sobriedad y la sensación de montaña. Todo es distinto a lo que viví antes, porque yo viví en la playa, en un pueblo costero caribeño, esta es mi oposición.
El idioma, la cultura, el color de cabello y de ojos de la gente son todo lo contrario a lo me define. Quien me viese de lejos no tendría ninguna duda: Es una extranjera. Supongo que cuando hablo quedan expuestas mis dificultades con la lengua, lo poco que me ajusto a la corrección del idioma. A pesar de esto, tengo una buena presencia que he ido perdiendo con los años. He engordado algunos kilos, y con mi embarazo estoy más del lado de los gordos que el de los delgados.
Sigo viviendo con todo esto.
A pesar de todo esto me siento afortunada. He tenido la oportunidad de conocer otras culturas, de adaptarme, de moverme con simpatía y cada día me importan menos las cosas que menos importan.
He aprendido a ser, gracias a esta cultura, un poco más disciplinada, puntual y trabajadora. He ganado algo. En el fondo hubiese sido hermoso que el mundo con sus distintas divisiones, en vez de mirarse señalándose con el dedo, sin reconocerse, excluirse constantemente, se hubiese mezclado hasta la médula más esencial.
Las culturas ideales no deberían existir, a la final, puedo decir, que todos somos hermosos, y yo he ganado muchas cosas, ellos también ganarían si tuviesen un poco más de alegría, y espíritu caribeño.
Supongo que trazar líneas, dividir pedacitos de tierra, dispararle a tu vecino ha sido el deporte del ego de la condición humana. Sería mucho mejor todo si todos alguna vez hubiésemos sido inmigrantes.
Tengo 24 semanas de embarazo, este es mi segundo hijo.
Hoy es un día lluvioso. Cuando salgo al balcón, lugar que he decorado con plantitas de colores cuyos nombres desconozco, me gusta. La combinación de la lluvia, la tierra y los nuevos y florecidos signos de la primavera me traen un olor que para mi es superior a cualquier perfume.
Tengo 859 días en Alemania. Por supuesto no he estado siempre aquí. Durante estas 122 semanas redondeadas hacia abajo conozco más donde vivo, puedo moverme bien en la ciudad pero no sé con precisión el nombre de las calles. Me gusta el país, el verde y la lluvia, las flores, la sobriedad y la sensación de montaña. Todo es distinto a lo que viví antes, porque yo viví en la playa, en un pueblo costero caribeño, esta es mi oposición.
El idioma, la cultura, el color de cabello y de ojos de la gente son todo lo contrario a lo me define. Quien me viese de lejos no tendría ninguna duda: Es una extranjera. Supongo que cuando hablo quedan expuestas mis dificultades con la lengua, lo poco que me ajusto a la corrección del idioma. A pesar de esto, tengo una buena presencia que he ido perdiendo con los años. He engordado algunos kilos, y con mi embarazo estoy más del lado de los gordos que el de los delgados.
Sigo viviendo con todo esto.
A pesar de todo esto me siento afortunada. He tenido la oportunidad de conocer otras culturas, de adaptarme, de moverme con simpatía y cada día me importan menos las cosas que menos importan.
He aprendido a ser, gracias a esta cultura, un poco más disciplinada, puntual y trabajadora. He ganado algo. En el fondo hubiese sido hermoso que el mundo con sus distintas divisiones, en vez de mirarse señalándose con el dedo, sin reconocerse, excluirse constantemente, se hubiese mezclado hasta la médula más esencial.
Las culturas ideales no deberían existir, a la final, puedo decir, que todos somos hermosos, y yo he ganado muchas cosas, ellos también ganarían si tuviesen un poco más de alegría, y espíritu caribeño.
Supongo que trazar líneas, dividir pedacitos de tierra, dispararle a tu vecino ha sido el deporte del ego de la condición humana. Sería mucho mejor todo si todos alguna vez hubiésemos sido inmigrantes.
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