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Mostrando las entradas de 2014

diario Cien años de soledad

Diario de cien años de soledad. Hace algún tiempo comencé a leer por tercera vez la novela. la primera vez la terminé y puedo recordar con precisión cómo afectó mis días cuando tenía 17 años y me sumergí una noche estival en las páginas y los años de Macondo. Recuerdo haberla terminado a las 5 de la mañana. Apagué entonces la luz y me acosté dormir sin que importara mucho el mundo, sin que nada externo hubiese cambiado. Había cambiado yo y mucho. Pasé los días siguientes alejada a todo, pensando en la estirpe de los Buendía, en Macondo, en Mauricio de Babilonia y los manuscritos de Melquíades. La segunda vez la tomé y me pareció anodina. Creo que por aquel entonces estudiaba literatura en la universidad. No pude pasar de la página 20. Las tardes de calor me pedían libros donde yo me transportaba a espacios más bien románticos, yo estaba en la época descabellada en la que se busca el amor.  La tercera vez la comencé a leer por un proyecto de trabajo con un alumno

Vejez

Por qué te quejas de dejar a tus hijos solos, abandonados, si algo te pasase. La vida es tan cruel que mermando ya en tus energías, en el término de tus edades, tu piel llena de surcos, tus ganas abandonadas, tus pañales, tu visión contenida en esa pequeña cuadratura, la de tus casi nulas posibilidades, no hay besos. Qué dirían si pudiesen verte trepidando en tu respiración cansada, en tu silla de ruedas, mientras una inmigrante pobre te alimenta y cuenta los minutos para que termine su turno. Podrías subirte a un árbol y volverte una hoja que cae descuidadamente en el sombrero de tu descendencia. Una ráfaga de aire haría invisible entonces tu delicada caída. Afortunadamente, no están tus padres para verte. Qué ilusos fueron pensando que siempre todo sería así como cuando eras niño. Lo Cruel en realidad es lo más hermoso

Mis horribles poemas

Este poema se me ocurrió porque estoy haciendo una actividad para mi página web de español. El día está gris y es francamente horrendo.  Pero me pongo nostálgica, sentimental, supongo a todo el mundo le pasa. Ahí va... Estaba explicando el en cuanto. .. y se me ocurre... En cuanto tú me miras abro yo más los ojos eres un muñeco de goma de pupilas caramelo pero veo mejor... Eres tú, sí.  Nuevamente tú, cada día. Nunca me había fijado en tus zapatos pero ahora trato de recordarlos Tú barba está en el mismo sitio de antes me estás mirando y esto es una confirmación  mientras se desgasta la vida Comprobar tu exactitud me mantiene de pie. Saber que mañana escucharé tu llave mover la cerradura mañana otra vez siempre es bueno tener malos poemas para los días depresivos de otoño.

Cosas que hago cuando hacen menos de 7 horas de sol para no deprimirme.

1. He comenzado a tomar vitamina D. 2. Escucho canciones pachangosas, es decir, desde Juan Luis Guerra, Pop puro y duro, mucha percusión. 3. Trabajar en mi proyecto. 4. Salir con los niños. 5. Buscar recetas de cosas ricas que preparar. 6. Ver un poco de tele en español. 7. Comer de manera descarada chocolate. 8. Hacer un poco de respiración que termina en meditación. 9. Salir a correr, pero cuando hace mucho frío, me pongo una rutina de yoga. 10. Cuidar mis plantas y mirarlas. 11. Preparar un café aromático. 12. Jugar juegos de mesa con mis niños. 13. Intentar quedar con gente, aunque ya quedo tanto que me canso un poco y necesito mi soledad. 14. Besar mucho a mis niños. 15. Hacer tartas o dulces. 16. Comer tartas y dulces. 17. Abrazar a mi esposo para dormir. 18. Tomar la decisión de empezar a leer otra vez en español, tal vez me ponga a buscar una selección de libros latinoamericanos. 19. Ver programas cómicos. 20. Salir a pasear en tranvía. 21. Comprar regalo

Confusiones extranjeras

Añadir leyenda Cuando vas por la calle y estás en un país lejano, cuando normalmente tienes mucho tiempo sin visitar tu país de origen, cuando llega la navidad, y tienes más de 365 días sin ver a alguien de tu familia que no sean tus hijos y tu marido, entonces empiezas a ver cosas. Son como especie de alucinaciones voluntarias. Camino por una calle del centro de Karlsruhe. Está repleta de gente porque se acerca la navidad y los alemanes no compran los regalos el día antes, no, se preparan concienzudamente, organizan en un Kalendar el tiempo que tienen libre y salen con el presupuesto medido, el papel de regalo planificado, la lista. Hay colas para pagar, para caminar, para montarte en el tranvía. Las colas me gustan, sobre todo porque los alemanes no salen mucho y cuando todo está lleno me siento acompañada. Es normal porque la vida aquí se hace mucho en casa, las calles repletas de gente traen a mi cabeza palabras distintas en distintos idiomas. Con el tiempo he aprendido a no

Adiós, Venezuela.

Mis adorables hijos... ¿Qué es no poder sentirte confiado en hacer lo que necesitas? Me explico, ir a tu país de visita. Hace cinco años que no voy a Venezuela. Viví allí 30 años y desde hace 6 años no piso un avión para cruzar el Atlántico. No he sido capaz (tras ensayar mil veces buscado la ruta  Caracas Frankfurt) de comprar el vuelo. Tengo el dinero para comprarlo, pero por una extraña razón no me atrevo a hacer ese pequeño movimiento de dedo índice. No puedo apretar y continuar con la operación de compra. Ahora tengo hijos, dos. Veo sus caras inocentes, escucho sus voces y me da miedo llevarlos a aquél sitio. Me repetiría mil veces si dijese que allí la vida no vale nada. No vale, otra vez repitiéndome. Si bien es cierto que en un sitio como Nueva York o Londres ocurren crímenes, en estos sitios de capitalismo salvaje la delincuencia es más comedida que en Caracas. Escribo porque me veo invadida por una especie de angustia. He llegado a un momento de mi vida donde siento

La casa

A veces pienso todo lo que un ser humano sacrifica por una casa. Recuerdo cuando mi abuela, por ejemplo, dejó de estar con sus nietos, sus hijos, dejó de disfrutar de las cosas pequeñas y grandes de la vida, de conocer otras cosas, porque tenía que cuidar la casa. No fuese a suceder un robo y ella, una anciana de 75 años para aquél entonces, pudiese impedirlo con su propia presencia. En España entonces conocí a mucha gente que gastaba el 70% de su salario para poder pagar una casa. Se levantaban un lunes en la mañana, aguantaban humillaciones de jefes y compañeros, pasaban   largas temporadas de mala leche, amargando el espíritu, solo para conseguir el dinero para pagar la casa. Otros perdieron su vida pagando mensualidades astronómicas que nunca terminarían de cubrir, porque dentro de 40 años lograrían, por fin, comprar una casa. Pienso que la vida dura a los sumo más o menos 70 años, siendo optimistas, hay mucha gente que se muere antes, y la mayor parte de la vida nos la pasa

Cosas curiosa, el doble.

Me ha pasado algo realmente curioso. He escrito un comentario para alguien en inglés, entro de nuevo al blog sin querer y me veo a mi misma, mi pequeña fotico de hace más de 4 años, con palabras que en este momento yo misma no entiendo. No pude escribir eso. ¿De verdad fui yo? Me desdoblo o qué... Vuelvo a ver el último post que escribí en este blog y descubro que fue este mismo mes que casi termina. Tampoco pude ser yo. Tengo un doble que sabe mis claves y se mete en mis cuentas. Sabe mejor inglés que yo y escribe cosas que ya me gustaría decir a mi. La idea del doble tiene algo de impenetrable. Aún me acuerdo de aquél libro que leí de Dostoiesky y que me gustó tanto, ese funcionario que descubre de repente que tiene un doble. A mí los gemelos univitelinos  siempre me han parecido medio siniestros... Yo recuerdo que había una leyenda urbana, no sé si me recuerdo que dicen que fue creada por Freud (disculpen mi ignorancia), en donde se explicaba que el encuentro con

fisch und leben verziehierung heraus

Ahora mismo escucho un audio libro de alemán. Tengo 24 semanas de embarazo, este es mi segundo hijo.  Hoy es un día lluvioso. Cuando salgo al balcón, lugar que he decorado con plantitas de colores cuyos nombres desconozco, me gusta. La combinación de la lluvia, la tierra y los nuevos y florecidos signos de la primavera me traen un olor que para mi es superior a cualquier perfume. Tengo 859 días en Alemania. Por supuesto no he estado siempre aquí. Durante estas 122 semanas redondeadas hacia abajo conozco más donde vivo, puedo moverme bien en la ciudad pero no sé con precisión el nombre de las calles. Me gusta el país, el verde y la lluvia, las flores, la sobriedad y la sensación de montaña. Todo es distinto a lo que viví antes, porque yo viví en la playa, en un pueblo costero caribeño, esta es mi oposición.  El idioma, la cultura, el color de cabello y de ojos de la gente son todo lo contrario a lo me define. Quien me viese de lejos no tendría ninguna duda: Es una extranjera. S

Pobres vivos

Miro cochecitos para arriba y para abajo, mamás poniendo caras   de locas para hacer reír a sus hijos, bebés abrigados contra el duro invierno; llevan sacos, guantes, gorros, bufandas. Busco a Nico en la guarde, o lo llevo, lo mismo da, las madres quitan con paciencia las ropas de invierno de los pequeños. A veces en las tardes, como están alborotados, se ponen a correr cuando los vienen a buscar sin hacer mucho caso, entonces el padre/madre, sin un solo grito o amedrentamiento, espera pacientemente que el niño vaya hacia ellos, este tiempo suele durar unos 3 minutos, entonces dicen una palabra firme, que apenas entiendo y el niño sin chistar se acerca para ser vestido y salir de la guardería. Cuando voy a los parques, me suelo encontrar un montón de niños que juegan con ayuda de padres vigilantes, que hacen preguntas, explican cosas. La mayoría está preparada para que si el niño tiene sed sea satisfecho, si tiene hambre, también. Los niños alemanes son poco espontáneos, a vec