Ya que estamos con los fantasmas, contaré la única cosa paranormal (o eso creo yo) que en realidad he experimentado.
Una vez, cuando era pequeña, acompaña a mi abuela por un camino lleno de árboles que daba a casa de mi bisabuela. Las dos vivían muy cerca y mi abuela llevaba a mi bisabuela, como era ya muy vieja y no podía cocinar, café con leche (que metía en un vaso de plástico), pedazos de pan cortados rústicamente con mantequilla, algún golfiado (este es un dulce típico que tenía un sabor parecido a la miel con caramelo) , pan dulce.
Y caminábamos por ese camino ancho en el que sobresalían en sus lados unos cerros amarillos llenos de ranchos en la parte más alta, la calle solo tenía una escuela y una fábrica de refrescos abandonada donde vivían, en una casa continua, unas dos familias.
La escuela, como es natural, tenía un palo de hierro muy alto y fuerte donde se izaba la bandera del colegio y donde los niños, probablemente,cantaban el himno por la mañana.
El día estaba limpio, no se movía ningún árbol, el sol ya había dejado de arder, como es normal es esos pueblos costeros de Dios. Mi abuela y yo íbamos cogidas de la mano y yo pensaba que nunca en la vida las cosas dejarían de ser como eran en ese momento.
El palo de la bandera empezó a moverse justo cuando nosotros pasamos enfrente, al principio fue un movimiento tenue, para transformarse, poco a poco, en un violento vaivén que hacía que el hilo de la bandera y una borla de metal en su extremo sonaran con fuerza. Mi abuela no dijo nada, yo me quedé mirando aquél movimiento durante un rato, maravillada, buscando una explicación que no había porque en realidad, ninguna hoja de árbol, ninguna rama se movía. Pensé que alguien, abajo, en una cavidad subterránea podía mover el palo, pero luego pregunté y no había conexión ninguna entre ese palo de bandera con su base de cemento y alguien abajo azotando los cimientos. Alguien movía aquél palo de un lado a otro, con fuerza. A nadie podía ver yo.
El movimiento no cesó, ni siquiera cuando mi abuela y yo, agotadas del simple pero inquietante espectáculo, decidimos que era hora de llevarle café con leche a la abuela.
Una vez, cuando era pequeña, acompaña a mi abuela por un camino lleno de árboles que daba a casa de mi bisabuela. Las dos vivían muy cerca y mi abuela llevaba a mi bisabuela, como era ya muy vieja y no podía cocinar, café con leche (que metía en un vaso de plástico), pedazos de pan cortados rústicamente con mantequilla, algún golfiado (este es un dulce típico que tenía un sabor parecido a la miel con caramelo) , pan dulce.
Y caminábamos por ese camino ancho en el que sobresalían en sus lados unos cerros amarillos llenos de ranchos en la parte más alta, la calle solo tenía una escuela y una fábrica de refrescos abandonada donde vivían, en una casa continua, unas dos familias.
La escuela, como es natural, tenía un palo de hierro muy alto y fuerte donde se izaba la bandera del colegio y donde los niños, probablemente,cantaban el himno por la mañana.
El día estaba limpio, no se movía ningún árbol, el sol ya había dejado de arder, como es normal es esos pueblos costeros de Dios. Mi abuela y yo íbamos cogidas de la mano y yo pensaba que nunca en la vida las cosas dejarían de ser como eran en ese momento.
El palo de la bandera empezó a moverse justo cuando nosotros pasamos enfrente, al principio fue un movimiento tenue, para transformarse, poco a poco, en un violento vaivén que hacía que el hilo de la bandera y una borla de metal en su extremo sonaran con fuerza. Mi abuela no dijo nada, yo me quedé mirando aquél movimiento durante un rato, maravillada, buscando una explicación que no había porque en realidad, ninguna hoja de árbol, ninguna rama se movía. Pensé que alguien, abajo, en una cavidad subterránea podía mover el palo, pero luego pregunté y no había conexión ninguna entre ese palo de bandera con su base de cemento y alguien abajo azotando los cimientos. Alguien movía aquél palo de un lado a otro, con fuerza. A nadie podía ver yo.
El movimiento no cesó, ni siquiera cuando mi abuela y yo, agotadas del simple pero inquietante espectáculo, decidimos que era hora de llevarle café con leche a la abuela.
Comentarios
Besos
PD. Ahí, mientrasleo tranquilizando :-P
Son muy buenos tus relatos,me suscribo este es el mio :) http://sucakigonechi.blogspot.com/