Es importante pasar revista de las cosas aprendidas.
Hoy trataba de aprenderme unas palabras de otro idioma y entonces recordé que una buena regla memotécnica podía ser asociar estas nuevas palabras (que no se parecen en nada a mi idioma materno) con mi vida.
Busqué y repasé, anduve por corredores, pasillos, zaguanes, descubrí que mi vida poco tenía de emocionante y que curiosamente había olvidado casi todo lo que me había ocurrido en mis tiempos de adolescencia y juventud. No sé si fueron buenos o malos pero los momentos más vívidos para mi recuerdo son los de mi infancia, más específicamente, aquellos que pasé con mi abuela materna en mis vacaciones de coclegio.
(**) La infancia no sé si es importante o lo es todo, no me quiero poner freudiana pero suspongo que la mía define mucho lo que soy.
(**) Me pregunto cómo sería la infancia de aquellos que de adultos creen que son los reyes del universo, se la saben todas, tienen la verdad absoluta, la verdad no es Dios, son ellos porque están en todas partes, todo lo conocen y lo han experimentado, no saben ni conocen qué es la equivocación y la falacia ¡He conocido a tanta gente así!
(***) También he conocido gente humilde y buena cuya vida está lejos de ser maravillosa, han hecho de un pedazo de papel tualé de lija una flor especial, una rosa, como la de este jardín de Madrid que visité esta semana mientras me iba a leer un libro en inglés que se llama The Dog y es de la escritora sueca Kerstin Ekman, a quien no conocía, por cierto, y de quien leí la traducción al inglés. Veredicto del libro: Francamente prefiero leer clásicos del siglo XIX últimamente, no sé si me he vuelto decimonónica pero me las llevo bien con ellos.
Saludos
Comentarios
Besicos
switsait.blogspot.com
Te leo, sonrío, me hago eco y agradezco la constancia y el buen rato.
Un abrazote y cariños,
Ophir
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Saludos
Comparto el que te haya vuelto decimonónica; los escritores del XIX nos dejaron harto más que los contemporáneos, aunque una Woolf, un Joyce, un Thomas Mann o un William Faulkner siempre me abre el apetito por leer. El siglo XX, como es lógico, no se explica sin su pariente, el XIX. Aunque eso parezca verlos aislados, yo creo que están muy unidos, y creo que el puente que los une es el Realismo y el Romanticismo. El siglo XX destruyó al XIX, pero nos sigue encantando, emocionando. Hay que volver a Flaubert, aunque mi pasión por Conrad sea la misma de siempre, o más.
Un abrazo cálido y cariñoso,
Javi