(Parque donde suceden los hechos relatados)
Una persona que pasa todo el día en casa de algo tiene que ocuparse. Por circunstancias me ha tocado ser testigo de un hecho trágico ocurrido justo en el parquecito que da a la ventana de mi cuarto. Día tras día, a las 10 de la mañana o algo así, una mujer sacaba a pasear a su perro al parque. Si el perro echaba sus mojones, la mujer le daba un conglomerado de carne que tiraba a un metro de distancia para que el perro lo devorara. El problema ocurría si el perro no echaba nada; la mujer, presa de una furia atroz, agarraba la cadena por la que sujetaba al perro y empezaba a dar vueltas como Conan la Bárbara mientras el perrito chillaba. La situación no hacía más que pasmarme. Me desesperé mucho y pensé en llamar a una sociedad protectora de animales, no sé si tenían policías, pero tal vez hubieran podido apersonarse y linchar a la vieja. Por cobarde, no hice nada. Día tras día deseaba que el perro cagara y que la vieja no hiciera su acto acrobático. Pero creo que el acto que producía el refuerzo o el castigo cada vez estaba menos sujeto a las condiciones. Fui advirtiendo en mi muda y pasiva actuación que la vieja castigaba al perro sin ton ni son. Advertí también que sus actos acrobáticos cesaban justo antes de ahorcar al perro; tenía una habilidad, un don para controlar su furia precisamente cuando el perro estaba a punto de morir, así, le dejaba garganta para el día siguiente.
Ayer ocurrió lo que temí, la vieja empezó a jugar sádicamente con el perro hasta dejarlo malherido. Chillaba de tal manera que temía hubiera muerto. Llegaron unas vecinas con bastón y la vieron torturarlo, fue lo que impidió que muriera ahorcado; una mujer que pasaba llamó a la policía, las viejas retuvieron a la mujer del perro y empezaron a pegarle con los bastones en la cabeza, la mujer gritaba insultos. El perro malherido estaba acostado en la tierra. Yo solo miraba. Llegó la policía, hablaron con la señora, las viejas gritaban y chillaban pidiendo justicia. A la mujer solo le escuchaba que decía “Cabrones, me cago en su puta…”. La discusión se sostuvo por varios minutos, nadie reparaba en el perro. Las viejas se despidieron de los policías mientras educadamente metían a la señora en el coche. Al perro nadie lo recogió, Al cabo de un rato un niño ecuatoriano vio al pobre malherido en la tierra: llamó al papá para que lo mirarse. El padre le dijo que no podían llevárselo, el niño empezó a gritar, se tiró en el suelo y convulsionó, hizo un escándalo inmenso hasta que el padre aceptó de mala gana. Levantó al perro que gemía desde el otro mundo o de éste. Los vi perderse, desde el ángulo limitado de mi ventana; el padre cargaba al perro como a un bebé y el niño a su lado daba saltitos de contento.
Una persona que pasa todo el día en casa de algo tiene que ocuparse. Por circunstancias me ha tocado ser testigo de un hecho trágico ocurrido justo en el parquecito que da a la ventana de mi cuarto. Día tras día, a las 10 de la mañana o algo así, una mujer sacaba a pasear a su perro al parque. Si el perro echaba sus mojones, la mujer le daba un conglomerado de carne que tiraba a un metro de distancia para que el perro lo devorara. El problema ocurría si el perro no echaba nada; la mujer, presa de una furia atroz, agarraba la cadena por la que sujetaba al perro y empezaba a dar vueltas como Conan la Bárbara mientras el perrito chillaba. La situación no hacía más que pasmarme. Me desesperé mucho y pensé en llamar a una sociedad protectora de animales, no sé si tenían policías, pero tal vez hubieran podido apersonarse y linchar a la vieja. Por cobarde, no hice nada. Día tras día deseaba que el perro cagara y que la vieja no hiciera su acto acrobático. Pero creo que el acto que producía el refuerzo o el castigo cada vez estaba menos sujeto a las condiciones. Fui advirtiendo en mi muda y pasiva actuación que la vieja castigaba al perro sin ton ni son. Advertí también que sus actos acrobáticos cesaban justo antes de ahorcar al perro; tenía una habilidad, un don para controlar su furia precisamente cuando el perro estaba a punto de morir, así, le dejaba garganta para el día siguiente.
Ayer ocurrió lo que temí, la vieja empezó a jugar sádicamente con el perro hasta dejarlo malherido. Chillaba de tal manera que temía hubiera muerto. Llegaron unas vecinas con bastón y la vieron torturarlo, fue lo que impidió que muriera ahorcado; una mujer que pasaba llamó a la policía, las viejas retuvieron a la mujer del perro y empezaron a pegarle con los bastones en la cabeza, la mujer gritaba insultos. El perro malherido estaba acostado en la tierra. Yo solo miraba. Llegó la policía, hablaron con la señora, las viejas gritaban y chillaban pidiendo justicia. A la mujer solo le escuchaba que decía “Cabrones, me cago en su puta…”. La discusión se sostuvo por varios minutos, nadie reparaba en el perro. Las viejas se despidieron de los policías mientras educadamente metían a la señora en el coche. Al perro nadie lo recogió, Al cabo de un rato un niño ecuatoriano vio al pobre malherido en la tierra: llamó al papá para que lo mirarse. El padre le dijo que no podían llevárselo, el niño empezó a gritar, se tiró en el suelo y convulsionó, hizo un escándalo inmenso hasta que el padre aceptó de mala gana. Levantó al perro que gemía desde el otro mundo o de éste. Los vi perderse, desde el ángulo limitado de mi ventana; el padre cargaba al perro como a un bebé y el niño a su lado daba saltitos de contento.
Comentarios
Saludos!
Abrazos linda.
Muchas gracias por tu visita al blog y tu comentario en mi experimento de cuento, siempre es agradable ver caras nuevas, me da gusto saber que te divirtió el cuentito, nuevamente muchas gracias.
Saludos
Flavio
PD: Me puede mucho la violencia con los animales, gracias por compartir el relato.
Otra vez coge el teléfono y llama a alguna sociedad protectora de animales, por favor.
que triste es ver tan de cerca el maltrato animal...
por cierto tarantula...eres preciosa...gracias por mostrarnos tu carita sonriente...ademas de tu talento al escribir...
un abrazo
:-)