Le pedí la dirección a Esteban, el portero de la noche; me la dio dubitativo, extendiendo la mano con desconfianza. Lo miré fijo a los ojos y le dije que necesitaba averiguar sobre unas personas que me estaban acosando. Luego de haberle soltado aquella información me sentí torpe, había revelado algo confidencial ¡Qué insensata!
Manejé apresurada, no quería pensar en ellos, sólo observaba a los distintos transeúntes de aquellas calles sucias que vistos desde el lustroso cristal de la ventana del carro se me hacían ajenos. Quise entonces salirme de mi auto, ser ellos, seguir el camino de todos los seres desconocidos que por casualidad me tocaba ver. El sitio donde vivía Juanito era un barrio pobre alejado de la ciudad; los suburbios, a medida que el carro avanzaba, se hacían cada vez más deformes, de colores menos uniformes y la gente visible más numerosa. Ya había estado en sitios como aquellos, mi visita a los barrios no era la primera, mi pasado no había comenzado con el negocio pudiente que poseía. Tal vez yo no lo recordaba todo porque a veces era mejor olvidarse de la mayoría de las cosas dolorosas; tal vez yo recordaba demasiado y había decidido ser otra persona, con otra vida distinta.
Llegué finalmente a la casa de Juanito. Su mujer estaba cocinando y los dos hijos brincaban en el mueble de la sala. Todo estaba limpio y la comida olía bien. Mislevis, así se llamaba la mujer de Juanito, me hizo sentarme en el sillón en mejor estado de la sala y me dijo que llamaría a Juanito en breve. Su cara al principio fue de extrañeza y miedo, yo sabía que estaba preocupada por mi visita, así que la calmé diciéndole que sólo quería conversar con Juanito sobre su guardia de ayer. Le agregué que había ocurrido algo que a mí me interesaba y quería más información. La mujer no se calmó, seguí sus pupilas inquietas y el temblor de sus manos. A los pocos minutos apareció Juanito con cara somnolienta. Me miró y dio un respingo en el mismo sitio donde se encontraba. Nunca en la vida hubiera esperado encontrarme sentada en su sala. Respetuosamente me extendió la mano y me preguntó de la manera más educada qué se me ofrecía. Le dije que dos jóvenes de buena presencia habían irrumpido en el edificio y me estaban molestando, le pregunté si los había visto y le rogué fuera lo suficientemente sincero y explícito. Juanito contrajo los músculos de su cara, miró hacia abajo. En ese momento me dije que algo había pasado y que efectivamente no eran producto de mi imaginación: Juanito los había visto.
Manejé apresurada, no quería pensar en ellos, sólo observaba a los distintos transeúntes de aquellas calles sucias que vistos desde el lustroso cristal de la ventana del carro se me hacían ajenos. Quise entonces salirme de mi auto, ser ellos, seguir el camino de todos los seres desconocidos que por casualidad me tocaba ver. El sitio donde vivía Juanito era un barrio pobre alejado de la ciudad; los suburbios, a medida que el carro avanzaba, se hacían cada vez más deformes, de colores menos uniformes y la gente visible más numerosa. Ya había estado en sitios como aquellos, mi visita a los barrios no era la primera, mi pasado no había comenzado con el negocio pudiente que poseía. Tal vez yo no lo recordaba todo porque a veces era mejor olvidarse de la mayoría de las cosas dolorosas; tal vez yo recordaba demasiado y había decidido ser otra persona, con otra vida distinta.
Llegué finalmente a la casa de Juanito. Su mujer estaba cocinando y los dos hijos brincaban en el mueble de la sala. Todo estaba limpio y la comida olía bien. Mislevis, así se llamaba la mujer de Juanito, me hizo sentarme en el sillón en mejor estado de la sala y me dijo que llamaría a Juanito en breve. Su cara al principio fue de extrañeza y miedo, yo sabía que estaba preocupada por mi visita, así que la calmé diciéndole que sólo quería conversar con Juanito sobre su guardia de ayer. Le agregué que había ocurrido algo que a mí me interesaba y quería más información. La mujer no se calmó, seguí sus pupilas inquietas y el temblor de sus manos. A los pocos minutos apareció Juanito con cara somnolienta. Me miró y dio un respingo en el mismo sitio donde se encontraba. Nunca en la vida hubiera esperado encontrarme sentada en su sala. Respetuosamente me extendió la mano y me preguntó de la manera más educada qué se me ofrecía. Le dije que dos jóvenes de buena presencia habían irrumpido en el edificio y me estaban molestando, le pregunté si los había visto y le rogué fuera lo suficientemente sincero y explícito. Juanito contrajo los músculos de su cara, miró hacia abajo. En ese momento me dije que algo había pasado y que efectivamente no eran producto de mi imaginación: Juanito los había visto.
Comentarios
Nos vemos
saludos!
PD.: lo de "bicho raro" lo tome como un halago desde el primer momento
Me encantó la parte en que el narrador dice que quiere convertirse en cualquier persona que camina por la calle. La descripción de los ambientes es interesante, se puede imaginar claramente cómo se transforman a medida que se adentra en el barrio de la ciudad. Los que habitamos países del sur conocemos bien esas calles y ese paisaje.
Bueno, por aquí seguimos esperando una nueva entrega.
Un abrazo.
Un saludo!!!
besos!
♥
Espero entonces lo que sigue...
Besos linda
Un beso.
Leonardo.
te dejo las direcciones de propaganda
www.vulgaria.wordpress.com
www.saintterriens.wordpress.com
consul saintterriense