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Mostrando las entradas de 2015

Emigrar de Venezuela . Basura. Quedarse en Venezuela, una Basura x 2.

Hoy no he podido dormir. He pasado una noche mala. Vi la hora en el despertador de al lado de la cama y marcaba las 3.46 Son las 5.49 y sigo aquí. Lo he intentado todo. He dado unas 300 vueltas en la cama, primero con cojines, segundo con la sábana. Nico se despierta,  no me importa ir a ver qué le pasa. Lo invito a venir a nuestra cama, de pronto con su calor y la sensación de tenerlo cerca me ayuda a dormir. No funciona. Algunos solo aspiran poder transportar unos cuantos litros de agua desde una gran distancia. Algunos que no los maten un día más. Otros poder ver la luz del sol. Yo solo aspiraba algo que para mí era importante... Tener oportunidades. Sin embargo he tenido que aceptar como tras unos 3000 literales intentos no he podido obtener aquí en Europa una sola, pequeña, minúscula oportunidad. Nunca pensé estar en esta situación. Tal vez si mi país no se hubiese deteriorado tan rápidamente, tal vez hubiese sido mejor que hubiese estado siempre de

La pastilla

Voy a una farmacia aquí en Karlsruhe. Quiero una caja de Paracetamol, tengo últimamente fuertes dolores menstruales. La mujer me da una caja. Pregunto cuánto cuesta. Pasa el código de barras de la caja por un lector. Veo el número en letras verdes, son exactamente 2,78 (dos euros con setenta y ocho céntimos). Pregunto si puede darme otra. Me dice que no.  No quiero otra caja para tomarme las pastillas como si fuera coca cola. En realidad es para mis padres. En Venezuela no hay medicinas.  Estoy por mandar una caja a mi familia. Cuando comencé a vivir en Europa no mandaba a Venezuela absolutamente nada. Luego, con el tiempo, cuando la situación política se fue pareciendo más a lo que habían prometido, empecé a mandar pequeñas cosas esporádicamente. Me daba cuenta que mis padres aprovechaban y compraban ropa y zapatos cuando venían a visitarme, me decían que allá no había mucho.  Ahora mismo, veo  que las promesas de crear el comunismo del hombre del siglo XXI se han hec

Vecinos inconclusos

Mi hijo va a un Kindergaten justo debajo de mi edificio. Vivo en una construcción respetable de 17 pisos. Todas las mañanas bajo al pequeño que llora y se resiste con un pretexto distinto según el día. A las 13.30 de la tarde con extrema puntualidad se reúnen los padres de los infantes a esperar que se abra una puerta eléctrica y se agolpan desesperados tratando de llegar primero y así poder sacar de las sillas en corro a los impacientes niños. Mueven la cabeza de un lado a otro, soy una entre una multitud. Los alemanes suelen ser altos, a veces no consigo estirar suficientemente la cabeza para que Nicolás me vea. En el edificio de al lado vive una mujer desgreñada con la que me he encontrado algunas veces. Al principio la vi arrastrar a tumbos a dos varones. Uno de ellos  con pies tremendamente torcidos y el otro siempre con un jolgorio, atolondrado, parece buscar unos pájaros imaginarios que le revolotean encima de la cabeza. Hace unos meses descubrí que uno de sus hijos va al