Este fin de semana nos fuimos a Francia. Karlsruhe es una ciudad tranquila, bonita, pero sin nada más allá que recorrer (supongo) una vez tienes unos meses viviendo aquí. Y como ya hemos visto lo mismo y lo mismo porque no viajamos ni salimos mucho, te provoca ir a otra cosa y vas a Estrasburgo, que queda cerquita de Karlsruhe.
Cuando se tiene un niño pequeño, un bebé, tu vida social se ve ostenciblemente mermada. No puedes coger el bolso, abrir la puerta y salir a la calle, así, sin más. Lo que antes se daba por supuesto, con un niño pequeño, un bebé, es algo titánico. Darle de comer, para que aguante sin llorar unas cuantas horas, cambiarle el pañal y la ropa si está manchada, mojada, etc. Puede ser que después que le cambias el pañal, echa unos pedos y te asustas porque resulta que se ha hecho caca y tienes que volverle a quitar la ropa (Y estamos en invierno, señores) para limpiarle, lavarle el culete, echarle crema y volverle a poner la ropa (Estamos en invierno, repito).
En fin, que a pesar de todas estas cosas incontables, una vez que lo has metido en el saco de invierno, le pones la bufanda, el gorro, la manta encima del saco; le has preparado ya la comida que puede necesitar, los utencilios para cambiar los pañales, la toalla, el biberón de agua, el biberón de leche, el termo, y ya, que me canso...: PUEDES SALIR. Entonces ¿ puedes salir? NO, porque te das cuenta que tú misma estás como una loca, no te has peinado, no te has maquillado ¿Qué es eso?, no te has puesto los calcetines, lasb otas y la bufanda, porque, repito, estamos en invierno.
En fin, sales. Y vamos a Estrasburgo. Cuando llegamos a Estrasburgo buscamos un parking y no hay. Nos metemos finalmente en un estacionamiento sabiendo que ya hemos cruzado la frontera francesa y que todo, por supuesto, se pone más caro.
Y entonces sales a la superficie y hace -8 y entonces te provoca llorar porque tienes años que no sales y lo que quieres es ver gente, mirar tiendas y cosas distintas a las que ves todos los días, uno detrás de otro, pero hace -8 y tus ganas de ver mundo se agotan, carraspean, vacilan, porque -8 es algo más poderoso que tu propio encierro, tus propias fuerzas, tu propio estudio aislado del idioma alemán.
Pero vale la pena, porque al menos, escuchas hablar francés, que es más bonito que el alemán, y te dicen que no saben hablar alemán, aunque Estrasburgo es casi mitad Alemania y mitad Francia en una misma ciudad. Miras a la gente y te das cuenta que están mejor vestidos que en Alemania, pero los alemanes son más simpáticos y sonríen más (aunque parezca increíble). Entonces dices, ya , qué bonito, quiero venir aquí de nuevo, y es el mayor deseo que tienes porque con semejante frío no se puede disfrutar, ni ver, ni pensar en lo bonitas que son las calles, las tiendas, las cosas.
Y cuando regresamos, tristemente, sin haber visto mucho, deseas con toda tu alma que Dios te de vida, salud, dinero y disposición de tiempo para volver a ir, pero esta vez, en verano, claro.
única foto que pude tomar porque había un toldo y no hacía tanto frío. Saqué mis manos de los guantes y con aquel frío apreté click, no tuve el valor de tomar más. |
En fin, que a pesar de todas estas cosas incontables, una vez que lo has metido en el saco de invierno, le pones la bufanda, el gorro, la manta encima del saco; le has preparado ya la comida que puede necesitar, los utencilios para cambiar los pañales, la toalla, el biberón de agua, el biberón de leche, el termo, y ya, que me canso...: PUEDES SALIR. Entonces ¿ puedes salir? NO, porque te das cuenta que tú misma estás como una loca, no te has peinado, no te has maquillado ¿Qué es eso?, no te has puesto los calcetines, lasb otas y la bufanda, porque, repito, estamos en invierno.
En fin, sales. Y vamos a Estrasburgo. Cuando llegamos a Estrasburgo buscamos un parking y no hay. Nos metemos finalmente en un estacionamiento sabiendo que ya hemos cruzado la frontera francesa y que todo, por supuesto, se pone más caro.
Y entonces sales a la superficie y hace -8 y entonces te provoca llorar porque tienes años que no sales y lo que quieres es ver gente, mirar tiendas y cosas distintas a las que ves todos los días, uno detrás de otro, pero hace -8 y tus ganas de ver mundo se agotan, carraspean, vacilan, porque -8 es algo más poderoso que tu propio encierro, tus propias fuerzas, tu propio estudio aislado del idioma alemán.
Pero vale la pena, porque al menos, escuchas hablar francés, que es más bonito que el alemán, y te dicen que no saben hablar alemán, aunque Estrasburgo es casi mitad Alemania y mitad Francia en una misma ciudad. Miras a la gente y te das cuenta que están mejor vestidos que en Alemania, pero los alemanes son más simpáticos y sonríen más (aunque parezca increíble). Entonces dices, ya , qué bonito, quiero venir aquí de nuevo, y es el mayor deseo que tienes porque con semejante frío no se puede disfrutar, ni ver, ni pensar en lo bonitas que son las calles, las tiendas, las cosas.
Y cuando regresamos, tristemente, sin haber visto mucho, deseas con toda tu alma que Dios te de vida, salud, dinero y disposición de tiempo para volver a ir, pero esta vez, en verano, claro.
Comentarios
Ya lo verás.
Ahora con frío donde mejor se está es en casa.
De aquí unos meses ya será diferente.
Besos.
Tampoco me gusta el frío, soy doscientos por ciento tropical y te entiendo, oh sí, cómo te entiendo...
Un beso que te abraSe y absolutas gracias por seguir visitando los desvelos de mi blog.
Cariños,
Ophir