Una vez pasaba por la carretera Cumaná- Maturín y vi un velorio de caserío. Dos hombres salían de una pequeña casa de vivienda, uno se acomodaba el puño de la camisa, el otro esperaba impaciente con el cabello mojado, señal de que se había recién bañado. Más adelante, específicamente a dos casas de distancia, se aposentaba el coche fúnebre; un poco destartalado, con letras rojas en forma de arcoíris decorando las ventanas laterales. Mujeres con camisas cortas, negras y cabellos pintados hacía mucho tiempo esperaban saliera el entierro. Un grupo sostenía una corona de flores. Ningún familiar lloroso y apesadumbrado se asomaba por la parte foránea de la casa. Supongo que se encontraban adentro, llorando al muerto, dándole el último adiós antes de que se lo llevaran. Había un autobús más adelante que seguramente recogería a los presentes y los trasladaría al cementerio de Cumanacoa, el pueblo más cercano. En la noche, en medio de un vibrante sonar de grillos, los vecinos contarían alguna...
Desde el 2006 abrí este blog. Lo he dejado y he vuelto, es como un familiar querido, existía antes de mis hijos. Escribiré reseñas de libros aquí porque con el tiempo me he dado cuenta del poder sanatorio y pacificador de los libros en mi vida. Si puedo ayudar a otros a recomendar lecturas, podré decir que algo ha valido la pena del esfuerzo de escribir y colgar cosas.