Durante mucho sufrí bastante. Me comía mucho la cabeza, pensaba en las reacciones quelas personas tenían hacia mí. Muchas veces no estaba contenta con cómo el mundo me veía. Me sentía pequeña, ensimismada. Me entristecía con frecuencia.
El año 2017, concretamente el día de navidad, descubrí que mis piernas estaban rojas como la sangre. Decidí ir al hospital. La doctora que me vio se horrorizó. Me dijo que lo que tenía era grave y me mandó a la clínica dermatológica. En la clínica , un doctor novato vio mis piernas con horror, grandes manchas rojas y moradas cubrían mi piel. Estaba muy débil. El doctor no podía hacerme exámenes porque era navidad y me mandó a mi casa con una prescripción de un antialérgico, ya que sospechaba que podía ser una intoxicación. Mandé las fotos de mis piernas a mi prima, que es médico y me recomendó que fuese inmediatamente médico. Me dijo que podía ser una enfermedad que se llama Vasculitis, que es incurable, pero puede tratarse. Volví al hospital y estaba vez estaba otra doctora. Le dije el posible diagnóstico que me había dado mi prima y me dijo que efectivamente podía ser aquella enfermedad. Me quedé 6 días en el hospital tratándome hasta que las manchas se fueron aclarando poco a poco. La vasculitis es una enfermedad autoinmune incurable. Puede ser peligrosa. Para mí esto significó un golpe muy grande, entendí muchas cosas de golpe. Las cosas que cambian de un segundo para otro.
Tenía que vivir el resto de mi vida con aquella enfermedad. No sabía cuánto sería el resto de mi vida. He tenido muchas secuelas desde entonces: dolor en las articulaciones, cansancio, dolores de cabeza incapacitantes, problemas gástricos. Leer me ha ayudado a sanar, a desconectarme de mis tragedia diarias a imaginar mundos felices que podrían ser los míos.
Dos años después mi marido tuvo dos embolias pulmonares y estuvo a punto de morir. La experiencia de tener que acompañarlo cuando creía que iba a morir fue traumática. Tenemos dos hijos pequeños, no somos viejos. Por qué. Supongo que todos vivimos traumas semejantes a lo largo de nuestras vidas. Pero repito, leer, mirar las perspectivas de otras historias ha sido para mí una especie de salvación. Yo nunca he pensado que he sido una ganadora. Siempre me he preparado para el temporal.
Viviendo otras vidas, hurgando en los sentimientos de personajes puedo darme cuenta de que a pesar de todo mi vida es valiosa, tiene un sentido.
NO me imagino ahora mismo sobrevivir a un día de trabajo lleno de humillaciones y regaños sin solazarme en una historia llena de tragedias o alegrías. La vida de los otros produce una catarsis necesaria, el alma humana no quiere sentirse sola.Ya dijo esto Aristóteles hace muchos años.
Ser inmigrante puede llegar a ser una tragedia llevable.
No sé cuáles son las últimas palabras de los inmigrantes al morir...
Me pregunto si dicen...
"Nunca debí de haberme ido"
o "Valió la pena"
De cualquier forma esa tragedia de vivir una vida, que es un espejo o una copia mala de tu propia vida en tu país de origen es mucho más sobrellevable con los libros.
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