Escala de factores.
lo que pude haber afectado a una mujer loca.
El otro día miraba por la ventana mientras el tranvía rodaba; las mismas tiendas de todos los días; para qué negarlo: Karlsruhe es anodina. El día estaba gris, nada que remarcar, y entonces me puse a pensar si yo realmente no estaba malgastando mi vida odiando al mundo. Tópico de cualquier ser que ha vivido. Esos días en los que odiamos hasta los ángeles vestidos con batolas.
Te quedas amargada, claro, hay un cúmulo de factores para eso. En principio vas siempre en el mismo tren y piensas en cosas estúpidas y unos viejos te quedan mirando, te ven con desprecio, miras el espejo del tren y te das cuenta que tu aspecto es tan poco atractivo... ¿quién podría siquiera fijarse en ti con esas ojeras y ese pelo en este país de blancos? El caso es que nada en ti significa nada interesante, inclusive tu vida termina siendo un rosario aburrido de malas casualidades.
Siempre que voy en el tren pienso en el precio del pasaje: 2,40 euros, algo injusto. No me gusta la injusticia y por eso me cuelo y no pago cuando puedo. Me gusta hacerlo como un acto de insurrección, como una especie de rebeldía, como la venganza generalizada, si yo me jodo, que se jodan tus ideas, la filosofía, el mundo entero. Dices hola al llegar a tu destino, te miran de arriba a abajo, no contestan, se dirigen al otro que acaba de llegar. Por supuesto, tu eres menos importante.
Hace tiempo una compañera de clases me dijo que yo era un alma demasiado buena. Tan buena que la gente se terminaba aprovechando de mí. Claro, en aquel instante analicé mi vida y me di cuenta que era así porque yo era por un lado demasiado estúpida, y por el otro un ser violento, lleno de rabia interior, que grita a sus personas de confianza sin miramientos. Ese lado bueno, qué fastidio, no me atrevo a que me rechacen, es algo que va en mí, un afán perfeccionista imposible, irritante. Eso me produce muchas frustraciones, como es lógico.
Creo que esa madeja matizada de rollos absolutos, de eléctricos revoltijos del corazón me ha hecho un ser profundamente asqueado, tremendamente sensible a que se te vayan los días teniendo que reverenciar la estupidez humana.
Supongo que pasados muchos años, cuando el tiempo nos consume para siempre, solo somos lo que escribimos y nos quedamos ahí, atrapados en esas líneas que en realidad solo significaron chispazos y para nada son esa corriente vital, normal, que en realidad nos define.
Hoy tengo rabia, después de escribir esto, menos. Mi ser ideal es un ser que sabe controlar sus emociones, la mayoría de las veces no lo consigo, por eso escribo esto. Para quedarme calladita en el mundo tridimensional, para no gritar y decir una cadena infinita de improperios. Siempre es mejor congelar el espíritu vengador, jamás fui una heroína.
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