Mi hijo va a un Kindergaten justo debajo de mi edificio. Vivo en una construcción respetable de 17 pisos. Todas las mañanas bajo al pequeño que llora y se resiste con un pretexto distinto según el día. A las 13.30 de la tarde con extrema puntualidad se reúnen los padres de los infantes a esperar que se abra una puerta eléctrica y se agolpan desesperados tratando de llegar primero y así poder sacar de las sillas en corro a los impacientes niños. Mueven la cabeza de un lado a otro, soy una entre una multitud. Los alemanes suelen ser altos, a veces no consigo estirar suficientemente la cabeza para que Nicolás me vea. En el edificio de al lado vive una mujer desgreñada con la que me he encontrado algunas veces. Al principio la vi arrastrar a tumbos a dos varones. Uno de ellos con pies tremendamente torcidos y el otro siempre con un jolgorio, atolondrado, parece buscar unos pájaros imaginarios que le revolotean encima de la cabeza. Hace unos meses descubrí que uno de sus hijos v...
Desde el 2006 abrí este blog. Lo he dejado y he vuelto, es como un familiar querido, existía antes de mis hijos. Escribiré reseñas de libros aquí porque con el tiempo me he dado cuenta del poder sanatorio y pacificador de los libros en mi vida. Si puedo ayudar a otros a recomendar lecturas, podré decir que algo ha valido la pena del esfuerzo de escribir y colgar cosas.