Hoy en mi curso de alemán enseñaban el werden, teníamos que dibujar nuestras profesiones: lo que queríamos ser de pequeños, de adolescentes y lo que somos hoy.
El asunto aunque inocente, para mí no lo era, la mayoría de las personas generalmente eran una versión profundamente disminuida de sus sueños de niñez. Yo probablemente tenía sueños de niñez demasiado alocados como para plantearme la posibilidad de sentirme una fracasada, pero si tomamos estrictamente este criterio, está bien, lo soy. Cuando tenía cinco años quería ser músico, a los 14 probablemente nadadora profesional y en realidad ahora soy profesora de español con baja indefinida hasta que el bebé se vaya al kindergarten. En realidad no sé si a algunas de las personas que estudian conmigo les afectó la pregunta, pero vi que en sus caras pasaba una ráfaga de aire triste.
Todos somos inmigrantes aquí, todos aprendemos como bebés una lengua que no es la nuestra, todos, como adultos, tenemos que aprender a vivir en un país ajenisísimo. Aquí me enteré de las profesiones de algunos, una, por ejemplo, había estudiado psicología en Rumanía, y ahora, le pregunté, "¿Cómo te dibujas?", y otra vez la cara semi triste: "Solo soy Hausfrau (ama de casa), y le dije: " dibújate, mujer, tienes un diploma en eso ¿no?". Y entonces me pidió más bien que yo se lo dibujara. Y varias, casi al unísono respondieron, somos inmigrantes, recuerda, lo que éramos antes es como si no existiese (bueno, no dijeron así literalmente pero yo lo entendí así). Entonces, supe que era verdad.
Ya hace algún tiempo estoy cansada de ser inmigrante.
Algunas cosas en mi vida han cambiado. Casi todas. Y no puedo volver, porque lamentablemente mi esposo no tiene un trabajo de inmigrante aunque lo sea. Pero cuando lo eres, cuando pernoctas un tiempo mayor al de unas vacaciones, cuando pasa el tiempo y sabes, con toda seguridad, que al hablar sabrán quién eres tú, no eres ellos y esa condición es bonita, pero siempre, siempre llega un momento en el que te cansas de ser el otro, y necesitas lo tuyo. Pasas por caja y pagas carísimo el hecho de que has tenido la oportunidad de ponerte en un lugar que trasciende a ti mismo, a todo lo que tú creías antes que era correcto, y bueno, y malo y ajeno. Ganas mucho, pero quien crea que es solo eso se equivoca, pagar, pagar a plazos un crédito con intereses muy altos que no terminan sino un día, tal vez ese en el que sepas quién eres realmente tú, henchido/a de valores adaptables e inamovibles, eso, amigos, es tan difícil de conseguir, yo creo que es más difícil que ser millonario.
El asunto aunque inocente, para mí no lo era, la mayoría de las personas generalmente eran una versión profundamente disminuida de sus sueños de niñez. Yo probablemente tenía sueños de niñez demasiado alocados como para plantearme la posibilidad de sentirme una fracasada, pero si tomamos estrictamente este criterio, está bien, lo soy. Cuando tenía cinco años quería ser músico, a los 14 probablemente nadadora profesional y en realidad ahora soy profesora de español con baja indefinida hasta que el bebé se vaya al kindergarten. En realidad no sé si a algunas de las personas que estudian conmigo les afectó la pregunta, pero vi que en sus caras pasaba una ráfaga de aire triste.
Todos somos inmigrantes aquí, todos aprendemos como bebés una lengua que no es la nuestra, todos, como adultos, tenemos que aprender a vivir en un país ajenisísimo. Aquí me enteré de las profesiones de algunos, una, por ejemplo, había estudiado psicología en Rumanía, y ahora, le pregunté, "¿Cómo te dibujas?", y otra vez la cara semi triste: "Solo soy Hausfrau (ama de casa), y le dije: " dibújate, mujer, tienes un diploma en eso ¿no?". Y entonces me pidió más bien que yo se lo dibujara. Y varias, casi al unísono respondieron, somos inmigrantes, recuerda, lo que éramos antes es como si no existiese (bueno, no dijeron así literalmente pero yo lo entendí así). Entonces, supe que era verdad.
Ya hace algún tiempo estoy cansada de ser inmigrante.
Algunas cosas en mi vida han cambiado. Casi todas. Y no puedo volver, porque lamentablemente mi esposo no tiene un trabajo de inmigrante aunque lo sea. Pero cuando lo eres, cuando pernoctas un tiempo mayor al de unas vacaciones, cuando pasa el tiempo y sabes, con toda seguridad, que al hablar sabrán quién eres tú, no eres ellos y esa condición es bonita, pero siempre, siempre llega un momento en el que te cansas de ser el otro, y necesitas lo tuyo. Pasas por caja y pagas carísimo el hecho de que has tenido la oportunidad de ponerte en un lugar que trasciende a ti mismo, a todo lo que tú creías antes que era correcto, y bueno, y malo y ajeno. Ganas mucho, pero quien crea que es solo eso se equivoca, pagar, pagar a plazos un crédito con intereses muy altos que no terminan sino un día, tal vez ese en el que sepas quién eres realmente tú, henchido/a de valores adaptables e inamovibles, eso, amigos, es tan difícil de conseguir, yo creo que es más difícil que ser millonario.
Comentarios
De corazón.
Besos.
LO positivo es que el vivir en otros países nos abre indiscutiblemente los horizontes mentales. Aprendemos a ver el mundo desde otras perspectivas, nos volvemos más tolerantes.
En fin, que ánimo Tarántula, ánimo.