
El año pasado me encontré en una calle del centro de Valencia (España) 5 euros. Mi felicidad fue infinita. Si los hubiera ganado con mi trabajo, si me los hubiesen dado en la mano, si me los hubiese regalado un amigo, familiar o mi novio, no me hubiera sentido tan bien; en realidad, lo que me hizo feliz fue la afortunada cocincidencia de que mi caminar y mirar por un determinado sitio me hubiera dado aquel maravilloso regalo fruto de la fortuna.
Pensé, poco después de manosear con cariño el billete que en realidad solo era de cinco euros, que tal vez yo le estaba usurpando un café, una copa, un pan, o un pedazo de carne a alguien. Entonces, me sentí culpable. No sé porqué en ese momento aquél sentimiento de felicidad se transformó en culpa y luego en curiosidad. Aquella persona olvidadiza y despistada estaba dejando en mi su recuerdo anónimo para siempre. Guardé el billete en un libro jurando no gastarlo nunca, lo tengo de amuleto, a veces funciona frotarlo y soplarle un poquito, es infalible, lo juro.
Comentarios
Un saludo
Tu historia de la mujer y el perro me ha dejado con la piel de gallina literalmente . Llegó un punto en que me resistí a seguir leyendo por miedo, y tuve razón. Por suerte seguí llevada por la esperanza de una sonrisa final que allí estuvo.
Me gusta la fluidez de tu escritura.
Un beso.
Un beso.
Pensaré en esto cada vez que me encuentre dinero por azar.
que lindo.
He estado curioseando en este blog
lo que escribes en ameno e interesante.
Gracias, abrazos.
Leonor
De verás
cuando vuelva a Valencia
dejaré...atravesar
tu recuerdo en el primer billete de 5 euros que gaste allí.
Besicos
besazo
Graci