Pensé escribir hace unos días un post sobre mi inquina febril hacia cierta actitud que algunos amigos me profesaron al llegar a Venezuela. Nunca he sido de esas personas que a flor de conversación sacan a relucir sus logros académicos, los libros leídos, los viajes hechos, los lujos permitidos, las bondades de la pareja de turno. No me gusta, aparte me parece aburrido y turbio teniendo en cuenta que muchas veces, a mis ojos, quedas más por un charlatán que por una persona digna de admiración. Por la misma razón no puedo soportar que gente insolente y desprovista de cualquier brillo intelectual tenga que remarcar a diestra y siniestra sus orgullos académicos, mirándote con aquella suficiencia perdona vidas, montados en el pedestal de su ilusoria superioridad. Esta descripción de personaje no la hago ciertamente por mis malos amigos, aquellos que inconsciente (o conscientemente, ¿por qué no?) me odian; sino porque después de estar aquí dos meses, metiendo SOLO la barbilla en el mundillo
Desde el 2006 abrí este blog. Lo he dejado y he vuelto, es como un familiar querido, existía antes de mis hijos. Escribiré reseñas de libros aquí porque con el tiempo me he dado cuenta del poder sanatorio y pacificador de los libros en mi vida. Si puedo ayudar a otros a recomendar lecturas, podré decir que algo ha valido la pena del esfuerzo de escribir y colgar cosas.