Creo que James Joyce no me ayuda a escribir. Lo tengo en la pantalla del computador, circunspecto, con sus grandes y abultados anillos, aquella mano que cae levemente, casi etérea, su sombrero y sobre todo su mirada, él no está mirando al fotógrafo, mira la lontananza; sus músculos faciales actúan a consecuencia de sus pensamientos, sin embargo, no sé lo que piensa. Sostiene un bastón y ahora miro sus lentes de montura oscura, redondos; su boca semi abierta. Por un momento pierdo la memoria y me olvido que murió, me olvido de que es un objeto hecho imagen y pienso sin embargo que está más vivo que nunca; claro, es Joyce y no puede morir es Dios Joyce con sus Dublineses, con su Finnegans Wake y con su Ulises. Creo sinceramente que esto de rezarle a Joyce no me da resultados. Pasan los días ingrávidos, yo me siento en la pequeña mesita de madera y lo observo largo rato, trato de pensar luego a ver si él me ha transmitido alguna idea desde el más allá pero al parecer Joyce no quiere aco...
Desde el 2006 abrí este blog. Lo he dejado y he vuelto, es como un familiar querido, existía antes de mis hijos. Escribiré reseñas de libros aquí porque con el tiempo me he dado cuenta del poder sanatorio y pacificador de los libros en mi vida. Si puedo ayudar a otros a recomendar lecturas, podré decir que algo ha valido la pena del esfuerzo de escribir y colgar cosas.