Desde siempre he tratado de llenar los espacios. Creo que es una manía que nos inculcan de pequeños: tienes el cuaderno de dibujo frente a ti, tus ojos observan una hermosa figura delineada cuyos espacios interiores están en blanco. Sólo hay líneas negras con formas (payasos, muñecas, delfines, automóviles) y allí, tú, con el montón de lápices Prismacolor y las ganas de empezar la tarea de la escogencia, del trabajo del relleno cuidadoso de las formas hasta completar el dibujo colorido (no siempre bien combinado y delimitado); He allí: “la obra de arte”. Así comienzo con los espacios que instintivamente hay que llenar, sin contar las hojas de caligrafías, las páginas en blanco, y finalmente a donde quería llegar: los silencios. ¿Por qué siempre tenemos que hablar? Yo, siempre tengo que hablar. Algo en lo que pensé durante unos minutos mientras leía Sobre héroes y tumbas, cuando tenía 17 años, fue en el extraordinario silencio que existía entre Alejandra y Martín. Era un silencio pobla...
Desde el 2006 abrí este blog. Lo he dejado y he vuelto, es como un familiar querido, existía antes de mis hijos. Escribiré reseñas de libros aquí porque con el tiempo me he dado cuenta del poder sanatorio y pacificador de los libros en mi vida. Si puedo ayudar a otros a recomendar lecturas, podré decir que algo ha valido la pena del esfuerzo de escribir y colgar cosas.