Siempre he tratado de elaborar una teoría personal e incierta; vana, por quedarme en algo y justificarme; de cómo y por qué pasan las cosas.
He pensado en las probabilidades, y he hecho, uso mis desmemoriados y desbandados recuerdos de la estadística para pensar que cada simple y estúpido hecho, por la vía pequeña, es el resultado de la multiplicación infinita de numerosas probabilidades que se unen como una red masiva e internáutica y arrojan como resultado la absoluta realidad de las cosas. Y entonces estoy, no sé por qué en este momento tecleando unas ideas locas para que sean publicadas en un blog, y esta realidad, simple, fortuita es producto de una multiplicación encadenada de circunstancias que se remontan a aquella vez, esa ocasión en la cual mi padre y mi madre coincidieron, y se miraron a los ojos, y se hicieron novios y por casualidad nací, y así, así y así hasta llegar hasta este momento.
Pero, algo está claro, las circunstancias están allí siguiendo las reglas de la casa del mundo que nos rodea ¿La muerte es una circunstancia?
Me asusta pensar en ella, me asusta pensar en que todos, todos tenemos esa probabilidad terrible igual a 1, que no hay nada que la desaparezca y que por eso, el hombre, pobre, como diría Vallejo, se conforma con inventar ideas sobrenaturales de el renacimiento del ser, de la reencarnación, del nuevo nacimiento del alma o de su supervivencia eterna. El hombre se las inventa pero no está seguro. Tampoco está seguro de por qué hace las cosas que hace, ni de por qué en algún momento se me ocurrió a mí, teclear en esta computadora estas ideas locas. El hombre no sabe los orígenes de las cosas. El hombre vive al día y desconoce todo, es pequeño y limitado, lamentablemente.
He pensado en las probabilidades, y he hecho, uso mis desmemoriados y desbandados recuerdos de la estadística para pensar que cada simple y estúpido hecho, por la vía pequeña, es el resultado de la multiplicación infinita de numerosas probabilidades que se unen como una red masiva e internáutica y arrojan como resultado la absoluta realidad de las cosas. Y entonces estoy, no sé por qué en este momento tecleando unas ideas locas para que sean publicadas en un blog, y esta realidad, simple, fortuita es producto de una multiplicación encadenada de circunstancias que se remontan a aquella vez, esa ocasión en la cual mi padre y mi madre coincidieron, y se miraron a los ojos, y se hicieron novios y por casualidad nací, y así, así y así hasta llegar hasta este momento.
Pero, algo está claro, las circunstancias están allí siguiendo las reglas de la casa del mundo que nos rodea ¿La muerte es una circunstancia?
Me asusta pensar en ella, me asusta pensar en que todos, todos tenemos esa probabilidad terrible igual a 1, que no hay nada que la desaparezca y que por eso, el hombre, pobre, como diría Vallejo, se conforma con inventar ideas sobrenaturales de el renacimiento del ser, de la reencarnación, del nuevo nacimiento del alma o de su supervivencia eterna. El hombre se las inventa pero no está seguro. Tampoco está seguro de por qué hace las cosas que hace, ni de por qué en algún momento se me ocurrió a mí, teclear en esta computadora estas ideas locas. El hombre no sabe los orígenes de las cosas. El hombre vive al día y desconoce todo, es pequeño y limitado, lamentablemente.
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