Mis adorables hijos... ¿Qué es no poder sentirte confiado en hacer lo que necesitas? Me explico, ir a tu país de visita. Hace cinco años que no voy a Venezuela. Viví allí 30 años y desde hace 6 años no piso un avión para cruzar el Atlántico. No he sido capaz (tras ensayar mil veces buscado la ruta Caracas Frankfurt) de comprar el vuelo. Tengo el dinero para comprarlo, pero por una extraña razón no me atrevo a hacer ese pequeño movimiento de dedo índice. No puedo apretar y continuar con la operación de compra. Ahora tengo hijos, dos. Veo sus caras inocentes, escucho sus voces y me da miedo llevarlos a aquél sitio. Me repetiría mil veces si dijese que allí la vida no vale nada. No vale, otra vez repitiéndome. Si bien es cierto que en un sitio como Nueva York o Londres ocurren crímenes, en estos sitios de capitalismo salvaje la delincuencia es más comedida que en Caracas. Escribo porque me veo invadida por una especie de angustia. He llegado a un momento de mi vida donde si...
Desde el 2006 abrí este blog. Lo he dejado y he vuelto, es como un familiar querido, existía antes de mis hijos. Escribiré reseñas de libros aquí porque con el tiempo me he dado cuenta del poder sanatorio y pacificador de los libros en mi vida. Si puedo ayudar a otros a recomendar lecturas, podré decir que algo ha valido la pena del esfuerzo de escribir y colgar cosas.